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ARAGON ARDE 1

Aragón arde. Apaguemos el Apocalipsis.

Nacho Escartín. La enredadera de Radio Topo.
http://saludamoryrebeldia.blogspot.com

Aragón arde. Los incendios en nuestros montes nos traen paisajes de
Apocalipsis. En las últimas semanas han ardido bosques en Aliaga, Ejulve,
La Zoma, Cañizar del Olivar y Villarluengo; Alloza y Andorra; Cedrillas,
Corbalán, Cuevas Labradas y El Pobo; Valdeltormo y La Fresneda; Los Olmos;
Morés, Chodes, Morata y Arándiga; Massalió,... Hoy mismo, las llamas
queman Jaulín, Valmadrid y María de Huerva. Más de 12.000 hectáreas
arrasadas. El paisaje cultural aragonés, como leíamos hace unos días en la
bitácora de Víctor Manuel Guíu Aguilar, “ha sufrido un serio revés. Ya
nunca volveremos a ver el Maestrazgo y los Montes de Els Ports como fueron
hasta hace tan sólo una semana”.

No todos los incendios son desastres ecológicos, ni siquiera todos los
grandes incendios. Las empresas de comunicación para masas promueven cada
verano “flashes” erróneos al respecto. Los paladines de informaciones
impactantes y morbosas no ayudan precisamente a que Aragón sea un espacio
rico en matices naturales.

Los incendios han ocurrido en el pasado y seguirán ocurriendo en el
futuro. En los bosques mediterráneos, el fuego es un proceso natural, una
parte del ciclo en el que la naturaleza regenera la vegetación y limpia
los bosques que envejecen. De esta manera los pinares mediterráneos se han
recreado naturalmente durante millones de años.

No obstante, “incendios muy seguidos pueden acabar con el pinar si no da
tiempo a que los ejemplares nacidos después del incendio anterior lleguen
a la edad adulta y fructifiquen dando piñas”, como nos informan en la
bitácora Sekano.es.

Desde 1961, fecha en la que se inicia la serie anual de datos al respecto,
el número de incendios se ha incrementado muy significativamente en el
estado español, pasando de una media de 9.515 incendios al año en la
década de los años ochenta a 18.141 en los años noventa, y alcanzando ya
una media de 20.779 incendios en los seis primeros años de la actual
década, según datos aportados por Ecologistas en Acción. Tan solo Portugal
registra un número mayor de incendios y superficie quemada con respecto a
otros países mediterráneos de Europa como Italia o Grecia. Entre los años
2000 y 2006, se ha quemado una superficie de 994.539 ha., lo que supone el
3,9% de toda la superficie forestal y casi el 2% de la superficie de todo
el estado español (una superficie similar a toda Navarra, una barbaridad).

Una de las razones de este incremento es el cambio climático. Más calor y
falta de humedad, en resumen. “Pero el elemento esencial de los incendios
no es el factor climático, sino la intencionalidad de los mismos” como nos
recuerda en sus campañas Ecologistas en Acción. En el estado español, el
ser humano produce el 78% de los incendios, donde tan solo el 4% tienen su
origen en rayos (en Aragón esta cifra aumenta hasta el 30%).

Sin embargo, no son los pirómanos ni los fumadores los principales
causantes del fuego, como a veces nos quieren hacer pensar. Esos son los
motivos en el 7,58% y 2,65%, respectivamente. Lo de buscar cabezas de
turco es algo muy típico de los poderes de estos tiempos. “Las quemas
agrícolas y para la obtención de pastos causan el 53,65% de los incendios
con motivo conocido que se producen cada año. Entre 1996 y 2005 las quemas
agrícolas y las quemas para regenerar pastos causaron mas de 57.000
incendios”.

Tampoco podemos olvidar que “el 19,12% restante se divide entre quema de
basuras y escape de vertederos, hogueras, venganzas, vandalismo, obtención
de madera a bajo precio, recalificaciones de terrenos, modificaciones de
uso del suelo (de forestal a agrícola), disensiones en la titularidad de
los montes, etc”. En Aragón las negligencias generan el 52% de los
incendios, según datos de Ecologistas en Acción.

La revista Ecosistemas, de la Asociación Española de Ecología Terrestre,
señala que “debido a los recientes cambios de uso y gestión del paisaje,
los regímenes naturales de incendios han sido alterados, produciendo
incendios más destructivos. Algunas zonas tradicionalmente sujetas a
incendios frecuentes y poco severos, están actualmente sujetas a incendios
poco frecuentes pero intensos”.

Ante este panorama, es necesario desarrollar campañas de sensibilización
que frenen esa cantidad enorme de incendios provocados. La verdadera
prevención consiste en evitar las causas que originan los incendios, no
solo en invertir ingentes esfuerzos económicos y humanos en controlar los
ya iniciados. Los dineros del Plan Especial de Restauración para las
zonas afectadas que ha anunciado el Gobierno de Aragón no devolverán los
árboles a las zonas afectadas.

Son necesarias medidas preventivas efectivas. “Los montes se queman porque
no se limpian”, se oye de muchas bocas. A diferencia de otras épocas, en
la que trabajaban más personas en territorios rurales, se realizaba el
pastoreo,... hoy se han abandonado muchas actividades tradicionales den
los bosques. Actualmente hay un exceso de maleza, de biomasa, acumulada
por los montes, materiales combustibles que favorecen la extensión de las
llamas.
Pero, ¡ojo!, porque las limpiezas indiscriminadas de matorral y monte bajo
también producen un impacto ambiental considerable, reduciendo la
biodiversidad de los ecosistemas, por lo que deberían restringirse a los
márgenes de las infraestructuras lineales y ser realizados de manera
selectiva en las áreas cortafuegos. Hace falta un sistema de prevención
que tenga en cuenta las particularidades de cada zona. En ciertos casos,
algunos estudiosos rechazan los cortafuegos como tales, y promueven la
creación de zonas de transición. Plantean, como alternativa, que las
plantas se separen entre si y haya zonas que rompan la continuidad de los
bosques con pastos para el ganado.

Vallejo y otros autores, en “Restoration ecology: The New Frontier”
(Blackwell Science, Oxford 2006) consideran que “existen métodos y
herramientas de gestión del paisaje para reducir el impacto de los
incendios, es decir, para reducir la erosión del suelo y facilitar la
regeneración y recolonización de las especies. Estos métodos se aplican
tanto antes del fuego (gestión de la vegetación, del combustible y del
paisaje) como después del fuego (técnicas de restauración tales como la
protección del suelo, las siembras, las plantaciones, etc.) y deben ser
adaptados a la zona concreta de acción y no de forma masiva a toda el área
afectada por el incendio”. Controlado y extinguido el incendio, la pérdida
de vegetación favorece la erosión con las lluvias otoñales, lo que provoca
que los mantos de agua arrastren la capa fértil del suelo y se dificulte
la reforestación. Hay que tratar de salir de este círculo vicioso, ya que
esta degradación, además de la pérdida de flora y fauna, “altera
drásticamente el ciclo hídrico al disminuir la infiltración y, con ello,
las reservas hídricas subterráneas, aumenta la escorrentía y el riesgo de
crecidas en arroyos y vaguadas con la llegada de lluvias torrenciales.
Además, los incendios forestales son una importante fuente de emisión de
gases de efecto invernadero (hasta un 1% del total de emisiones en el
estado español) y , por tanto, una de los factores que contribuyen al
cambio climático”, como nos recuerda Ecologistas en Acción.

“Además de daños sociales (pérdida de vidas humanas y viviendas) y
ambientales, los incendios forestales comportan considerables
consecuencias económicas, no sólo a causa de la destrucción que originan,
sino también por la gran cantidad de recursos que se destinan a medidas de
prevención, extinción y restauración”. A pesar de ello, científicos como
J.S.Silva, del Centro de Ecología Aplicada Prof. Baesta Neves de Portugal,
o J. De las Heras Ibáñez, Ingeniero Agrónomo y profesor de la Universidad
de Castilla La Mancha, entre otros muchos, consideran que el drama de los
incendios forestales no preocupa como debería a las autoridades de la
Unión Europea.

Los datos aportados charran por si solos: no se están haciendo los
esfuerzos necesarios en prevención, sensibilización y educación de la
sociedad. Si somos los seres humanos los causantes de muchos incendios,
queda patente que las multas y medidas represivas no están siendo
eficaces. Rogelio Silva, consejero en el Gobierno de Aragón de Política
Territorial, Justicia e Interior, Alfredo Boné, de Medio Ambiente, y
tantos otros gerifaltes implicados en esto de los incendios no parecen
estar muy convencidos en emprender medidas adecuadas para preservar
nuestros pinos, encinas, eucaliptos o montes bajos. Sus declaraciones de
estos días, incidiendo en las “extraordinarias circunstancias que se
dieron a comienzos de la pasada semana y que provocó el inicio de tantos
focos de manera simultánea: tormentas secas, vientos y altas temperaturas”
dan muestra de su cinismo. ¿Acaso no es habitual que en pleno verano haga
en Teruel muchísimo calor, no llueva pero caigan rayos y, al mismo tiempo,
se levante viento?.

Se malgastan recursos en desplazar a más de 2.000 profesionales para la
extinción de los incendios, evacuar a cientos de vecinas de las zonas
afectadas, compensar con ayudas económicas, etc. La práctica totalidad de
estos gastos de extinción “se hacen a costa de detraer inversiones de
otras actuaciones en medio ambiente, en muchos casos relacionadas con la
gestión y conservación de espacios y especies protegidas, resulta
preocupante el progresivo incremento de esta partida, especialmente en
comparación con los presupuestos existentes para prevención de incendios y
conservación de la naturaleza en general” como nos recuerdan desde
Ecologistas en Acción. No hay que olvidar, además, la muerte del bombero
Ramón Conejero en las labores de extinción del incendio de
Cedrillas-Corbalán (unas 200 personas han fallecido apagando incendios
forestales en los últimos 20 años).

Este texto no deja de ser más que un granito de arena para implicar a las
que lo leéis en la lucha contra los incendios forestales que no son
naturales. La conservación de la diversidad biológica es imprescindible
para la continuidad de la vida en este planeta, como bien sabía Domingo
Esteban Tenas. Con su recuerdo terminamos, el de un albañil, nacido en
Lécera (Zaragoza) y vecino de Zuera, que de manera anónima y desinteresada
repobló un gran número de hectáreas de bosque en Zuera. Junto a colegios,
asociaciones, cooperativas y la Asociación de Vecinos “Odón de Buen”,
plantó más decenas de miles de árboles para recuperar la zona quemada en
el gran incendio de 1979. Nuestro particular “hombre que plantaba árboles”
nos sirve de ejemplo de que otro mundo es posible, si nos ponemos ya mismo
a defenderlo y recuperarlo.



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1 comentario

Tercera Opinión -

Enhorabuena por el artículo en el que he visto te has documentado ampliamente.

A mí hay cifras que me sorprenden de una forma increíble, por ejemplo "El 96% de los incendios son provocados por el hombre y en un 80% hay un beneficio económico detrás. "

Te invito a leer mi artículo de esta semana sobre los incencios.

http://www.terceraopinion.net/2009/08/01/como-disfrutar-de-un-incendio/

Un saludo.